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Palacio de Bellas Artes

Bellas Artes

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The Palacio de Bellas Artes is not just one of the most prominent buildings in the country. It’s also the major Fine Arts institution for the whole country and has been for decades. The Palacio is the headquarters of the Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). They’re in charge of coordinating artistic and cultural activities (through policy and education) for the country.

The Palacio is home to the National Theater company, the National Dance Company, the National Symphony Orchestra, the National Opera Company, the Ballet Folklórico de México, and the Fine Arts Chamber Orchestra. The main hall accommodates some 1,700 guests.

Most international visitors will visit for the Ballet Folklórico, not only because it’s language-free, but because it’s remarkable, emotionally approachable, and unique in the world. For more than 60 years, the troupe has presented traditional and regional dance from the entire republic. There’s more information on their website.

The Building

With a striking number of architectural styles, the Palacio de Bellas Arts is principally Art Nouveau on the outside and Art Deco on the inside. The exterior was designed by Adamo Boari, and begun in 1904. Over the 30 years of construction, during which a major war was fought (the Mexican Revolution 1910 – 1920) construction was interrupted numerous times. The façade, facing south to Avenida Juárez, is clad in white Carrera marble.

The main entrance houses sculptures by the Italian artist Leonardo Bistolfi. Multiple cherubs and similar sculptures represent music and inspiration. The plaza in front of the building, also designed by Boari, includes four Pegasus sculptures the Catalan artist Agustí Querol Subirats. The roof covering the center of the building is made of crystal designed by the Hungarian Géza Maróti and depicts the muses with Apollo. A “Pergola,” on the Alameda side of the site had been built to host gallery exhibitions, but this was demolished in 1973.

bellas artes interior
An interior view of the Palacio de Bellas Artes. (Photo: Juan Francisco Contreras Fernández on Wikimedia Commons)

The interior of the building is primarily done in styles associated with Art Deco and was completed by Federico Mariscal. Also primarily surfaced in Carrera marble, the interior includes a main hall with adjoining smaller exhibition halls, the theatre and the Institute offices.

The main hall is covered by Maróti’s roof of iron and glass, and this can be seen from the ground floor. The main hall includes multiple works with pre-Hispanic motifs done in modernist and Art Deco styles. There are serpents’ heads on window arches and Chaac masks on the vertical light panels. Smaller exhibition halls are on the first and second floors. The first floor has murals by Rufino Tamayo. Two music recital halls are named for Adamo Boari and Manuel M. Ponce. The second floor has smaller exhibition halls and well-loved murals by José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Jorge González Camarena, Roberto Montenegro and Manuel Rodríguez Lozano. The third floor is occupied by the Museum of Architecture. Ironwork on the third floor was designed in Italy by Alessandro Mazzucotelli and in Mexico by Luis Romero Soto.

At the theater entrance, bronze mascarons depict of Tlaloc, and Chaac, Aztec and Maya (respectively) deities of water. These were designed by Gianette Fiorenzo. The arch over the stage contains mythological personas like the Muses with Apollo. This was built in Hungary in the workshops of Géza Maróti. The most noteworthy part of the stage though is still the crystal curtain, a folding panel made of nearly a million pieces of iridescent colored glass made by Tiffany’s in New York. It remains unique in the world and weighs some 24 tons. The curtain design includes depictions of the Popocatépetl and Iztaccíhuatl volcanoes in the center. The surrounding landscape include images of sculptures from Yautepec and Oaxaca.

The complete agenda of musical and other events is always posted on the Bellas Artes website.

Inaugurado el 29 de noviembre de 1934 bajo el nombre de Museo de Artes Plásticas, fue el primer museo de arte en México dedicado a exhibir objetos artísticos para su contemplación. En su acervo se incluían desde piezas del siglo XVI, hasta los murales realizados en 1934 por Diego Rivera y José Clemente Orozco, así como una sala de escultura mesoamericana, otra de estampa mexicana y un Museo de Arte Popular que albergaba la colección de Roberto Montenegro. En 1947, aprovechando la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes, el museógrafo y promotor cultural Fernando Gamboa y los pintores Julio Castellanos y Julio Prieto modificaron el proyecto y su nombre cambió a Museo Nacional de Artes Plásticas, el cual incorporó un nutrido programa educativo y un vasto plan de publicaciones que promovía la riqueza artística nacional. A partir de 1968, las salas de exhibición del Palacio se conocen como Museo del Palacio de Bellas Artes. Su colección nutrió los acervos del nuevo sistema de museos en México compuesto por recintos como el Museo de Arte Moderno, la Pinacoteca Virreinal, el Museo Nacional de San Carlos y el Museo Nacional de Arte. A partir de entonces, el museo se ha encargado de constituir la principal plataforma de acción y espacio de exhibición de artistas nacionales e internacionales, a través de sus exposiciones temporales. De la enorme colección que albergó durante la primera mitad de su historia, elMuseo del Palacio de Bellas Artes actualmente exhibe de forma permanente diecisiete obras murales de siete artistas nacionales ejecutadas entre 1928 y 1963, mantiene un intenso programa de exposiciones temporales, cuenta con un sello editorial que difunde las investigaciones más relevantes en torno al arte nacional e internacional, y ofrece una gran cantidad de actividades para todo tipo de público.

A principios del siglo XX, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México y el programa de obras que buscaba embellecer la ciudad, el entonces presidente Porfirio Díaz encargó al arquitecto italiano, Adamo Boari, el levantamiento de un nuevo Teatro Nacional que remplazara al antiguo. Se eligió el predio que ocupaba el Convento de Santa Isabel. El proyecto fue coordinado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y tuvo distintas fases de construcción. En la primera etapa, de 1904 a 1912, se realizaron los cimientos y el exterior del edificio. Boari siguió los parámetros del “Nuevo Arte Decorativo Moderno”, conocido internacionalmente como Art Nouveau. En la estructura del edificio utilizó acero y concreto, técnica que era considerada novedosa; y revistió el esqueleto metálico de mármol. Las esculturas de las fachadas, todas en mármol de Carrara, fueron encargadas a los artistas extranjeros Leonardo Bistolfi, André Allar y Gianetti Fiorenzo, mientras que las esculturas de bronce de la cúpula fueron diseñadas por el artista húngaro Géza Maróti. El plazo para concluir las obras era de cuatro años, sin embargo, los trabajos no se finalizaron debido a que las características del suelo no soportaron la estructura del edificio y el presupuesto inicial fue excedido. Finalmente, con el estallido de la Revolución en 1910, la construcción fue interrumpida. Los trabajos se reanudaron en 1928, con el arquitecto mexicano Federico Mariscal como director de obras. Esta segunda etapa se distinguió por el cambio de estilo en la decoración interior siguiendo los parámetros del Art Déco, así como por el uso de materiales como ónix y mármol. Los detalles de herrería dentro del recinto fueron diseñados por Edgar Brandt, ejemplo de su trabajo son las lámparas que rematan con la representación de Chaac, el dios maya de la lluvia. De 1932 a 1934, el ingeniero Alberto J. Pani, entonces Secretario de Hacienda impulsó la última etapa de construcción. Se transformó a manera que funcionara como foro nacional para las artes escénicas y plásticas. Fue entonces cuando recibió el nombre de Palacio de Bellas Artes. Finalmente, fue inaugurado el 29 de septiembre de 1934 como un recinto único en su género.

El Palacio de Bellas Artes se inauguró oficialmente el 23 de septiembre de 1934 durante el mandato del presidente Abelardo L. Rodríguez. Dos meses después, con el nombre de Museo de Artes Plásticas, abrió sus puertas con el objetivo de reunir lo más sobresaliente del arte nacional. El nuevo museo mostró también lo que en ese momento era la máxima representación de la plástica nacional: el muralismo. El Muralismo fue un movimiento artístico que surgió en México en la década de 1920. Los artistas que participaron en él intentaron plasmar su visión sobre la identidad nacional y la situación social y política del país. El muralismo se distinguió por tener un fin educativo que pretendía difundir parte de la cultura y vida mexicana a un público masivo, por lo que la mayoría de las obras se realizaron en las paredes de edificios públicos. Aunque la iniciativa de los artistas mexicanos por pintar sobre los muros de edificios públicos surgió desde 1910, el movimiento muralista arrancó en la década de 1920, legitimándose con la Revolución Mexicana. Tuvo su periodo de producción más prolífico en el periodo entre 1921 a 1954. Si bien es un movimiento plástico que se divide en diferentes etapas, mantuvo como constante el interés de los artistas por plasmar la visión social que cada autor sostuvo sobre la identidad nacional Los primeros en recibir la invitación para decorar los muros del Palacio de Bellas Artes fueron Diego Rivera y José Clemente Orozco, quienes trabajaron de forma simultánea y cuyos murales, realizados en los muros oriente y poniente del segundo piso respectivamente, fueron solicitados expresamente para la inauguración del recinto. En 1944 se le extendió la invitación a David Alfaro Siqueiros. El artista finalizaría un año después el tríptico titulado Nueva Democracia. En 1951, por encargo de Fernando Gamboa, entonces subdirector general del Instituto Nacional de Bellas Artes, Siqueiros pintaría un díptico dedicado a Cuauhtémoc. Rufino Tamayo se sumó con dos murales en 1952 y 1953. Once años después, en 1963, Jorge González Camarena realizó el último mural solicitado exprofeso para el Palacio de Bellas Artes. A partir de ese año, las autoridades culturales comenzaron a trasladar al museo otros murales como parte de un programa de conservación y preservación. Así llegaron los trabajos de los artistas Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro y Diego Rivera, lo que amplió la colección del museo a diecisiete obras plásticas, convirtiendo hoy al Museo del Palacio de Bellas Artes en un referente clave del movimiento muralista mexicano.

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