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La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es uno de los mayores centros de culto de la religión católica y sede de la Arquidiócesis Primada de México. Su valor no sólo es religioso sino arquitectónico y artístico por ser la suma del arte virreinal y colonial.
Tres años después de consumada la Conquista, Hernán Cortés mandó construir una iglesia sobre lo que fuera un templo dedicado al dios Quetzalcóatl. Se intentó que fuera una edificación semejante a la catedral de Salamanca o la de Segovia, y aunque la base sí es parecida, como su construcción tardó casi tres siglos de 1534 a 1813 es una fusión de estilos de la época. Su edificación pasó por los arquitectos principales Isidro Vicente de Balbas, José Joaquín de Torres, José Damián Ortiz y Manuel Tolsá, quien la finalizó.
Está hecha de cantera gris, cuenta con cinco naves y 16 capillas laterales. Es un estilo ecléctico que conjunta bóvedas ojivales, neoclásico, barroco en las portadas, churrigueresco y coruscante del altar de los Reyes. Los sitios que destacan por su diseño y arte son El Altar del Perdón, El coro, La cúpula, las Capillas laterales, el Altar de los Reyes, la Sacristía, las Criptas y El Sagrario. Resguarda reliquias como el trono de Agustín de Iturbide, los restos funerarios de José Vasconcelos, una colección de textiles japoneses y la Virgen de Guadalupe de José Ibarra.
Su museo de sitio incluye la visita a los vestigios de lo que fuera el Templo de Tonatiuh, el juego de pelota, el Templo de Quetzalcóatl, los templos de Xochiquetzal y Chicomecóatl; así como una exhibición de arte sacro. Imprescindible subir a su campanario y observar el Centro Histórico de la ciudad de México. El mirador es uno de los secretos mejor guardados de la Ciudad de México.